Los enfoques sobre la conciencia ecológica surgieron del seno capitalista –causantes de los cambios ecológico globales-, pues comenzaron a sentir los daños del tipo de sociedad y desarrollo que proyectaron. Las soluciones que sugirieron son ciertamente miopes: conservacionismo y ambientalismo. El equívoco de los ricos es tradicional; debido a sólo pensar en sí mismos y de no mantener la perspectiva holística englobando a todo y a todos. Su principio ambientalista plantea que entre menos personas haya en el ambiente es mejor, pues los humanos contaminan y destruyen. Su principio conservacionista se basa en que quieren conservar en reservas las especies animales y vegetales amenazadas. En las mismas, vale el comportamiento ecológico, fuera de ahí continúa el salvajismo del hombre moderno rapiñador. Como se ve, se trata de una visión colectivamente egoísta e interesada; no merece el nombre de ecología, pues no es inclusiva, especialmente del ser más complejo y racional de la creación: el humano.
La cuestión ecológica es demasiado global para quedar sólo en manos de grupos ecologistas especializados. Ellos poseen méritos innegables; sin embargo, no basta con una veneración por la naturaleza. Se necesitan acciones urgentes, donde las comunidades pobres tienen que ser incluidas, no marginadas. De lo contrario, esta creciente injusticia social acarrea una peligrosísima injustica ecológica y viceversa. La verdadera concepción ecológica es siempre holística y supone una solidaridad con la naturaleza.
Es impostergable el surgimiento de iniciativas locales que sumen a favor de la naturaleza. Una de ellas es el movimiento de las “Comunidades Pro-Naturaleza”. La experiencia se inició en dos comunidades pobres del municipio Bayamo de la provincia Granma. La primera es Peralejo, donde las acciones comenzaron en 1998. La segunda es Las Tamaras; aquí este enfoque ha iniciado recientemente. En ambas se trabaja con la filosofía de la ecoalfabetización. La misma tiene programas específicos y apropiados para las niñas y niños y para los adultos. Se basa en las premisas:
1. Comprender los principios básicos de la naturaleza y vivir en consecuencia.
2. Comprender los principios de organización y dinámica que tienen los agroecosistemas donde se ubica la comunidad.
3. Entender que la salud de los comunitarios y de todos, depende de la salud de la naturaleza; y actuar en consecuencia.
4. Comprender que es necesario transitar de la ética antropocéntrica a la ética ecocéntrica.
Las niñas y niños se organizan a través del movimiento VIDA (Visión Infantil para el Desarrollo Autogestionario) y el CIAN (Círculo de Interés Amigos de la Naturaleza). Los adultos lo hacen mediante el Comité de Autodesarrollo Comunitario (CAC) y el Comité de Investigación Agrícola Local (CIAL). En la medida que la ecoalfabetización ejecuta sus programas, va quedando una huella ecológica positiva, tanto en la formación de un ecopensamiento y en el aporte concreto que contribuye a la soberanía ambiental y alimentaria.
Algunas de las principales acciones son: recorridos de naturaleza, recorridos de campo, encuentros intercomunidades, concursos de dibujos “¿Cómo veo mi entorno?”, viveros locales, conservación in situ de especies frutales tropicales arbóreas, reforestación de agroecosistemas frágiles locales, establecimiento de huertos escolares y familiares, desarrollo de la mini-industria artesanal, ferias locales del gusto, celebración del Día de la Tierra Madre, entre otras. www.ecoportal.net
Narciso Aguilera Marín, Ingeniero Agrónomo, con maestría en biotecnología. Cuba